Convulsiones, cambios de comportamiento, desorientación, pérdida de motricidad (mala colocación de los pies, tropezones, etc.). En ocasiones, el aumento de la presión intracraneal también puede provocar vómitos.
Los astrocitomas son tumores que afectan a las células gliales del cerebro y, solo en casos aislados, se han observado también en la médula espinal. Las células gliales ofrecen soporte al sistema nervioso central.
Los tumores de orígen astrocítico constituyen el más complejo y diverso grupo de los tumores neurogliales dado que varían en cuanto a su localización, morfología y comportamiento biológico entre sí. El astrocitoma es una neoplasia intracraneal de tipo primario y se localiza en los lóbulos piriformes, convexidades de los hemisferios cerebrales, tálamo, hipotálamo, cerebelo y médula espinal. Estos tumores suelen presentar un acelerado crecimiento, y se clasifican según el grado de malignidad citológica del 1-4, es decir, si hay una diferenciación o no del tejido.
Convulsiones, cambios de comportamiento, desorientación, pérdida de motricidad (mala colocación de los pies, tropezones, etc.). En ocasiones, el aumento de la presión intracraneal también puede provocar vómitos.
Actualmente se desconoce las causas subyacentes para el desarrollo de astrocitomas. Se presenta con mayor frecuencia en razas Boston terrier y Bóxer.
Se realizará un examen físico completo, al igual que un perfil químico sanguíneo, análisis de orina, hemograma completo y un panel de electrolitos, con el fin de descartar otras enfermedades.
Un análisis del líquido cefalorraquídeo, acompañado de una tomografía computarizada y/o una imagen de resonancia magnética son herramientas eficaces en el diagnóstico de astrocitomas. El veterinario también puede solicitar imágenes de radionúclidos que muestran el alcance y la actividad en el sitio del tumor. Si el tumor fuera accesible, el diagnóstico definitivo se obtendría con una biopsia.
Como en otro tumores, el veterinario puede optar entre utilizar radioterapia, quimioterapia o la intervención quirúrgica. Es necesario hablar con el veterinario y un oncólogo especialista para determinar cuál puede ser el mejor tratamiento. Si el tumor fuera accesible, lo mejor sería extirparlo con una operación quirúrgica.
En algunos casos, puede recetarse medicamentos anticonvulsivos.
El pronóstico depende de la agresividad del tumor. En todos los casos se requiere vigilancia permanente y cuidados con visitas periódicas al veterinario. Es probable que el perro deba someterse a tomografías computarizadas e imágenes de resonancia magnética recurrentes a fin de ver la respuesta al tratamiento. Si recibió un tratamiento anticonvulsivo necesitará evaluación temprana, aproximadamente a los 7-10 días luego de habérsele recetado, para así regular las dosis.