En ocasiones se detecta la enfermedad de cushing de manera secundaria debido a la respuesta del animal a otra enfermedad producida por los efectos de la misma. Por ejemplo, si se detecta diabetes mellitus, hipotiroidismo secundario o alteraciones del comportamiento en el perro de tipo nervioso, es posible que exista un síndrome de cushing.
Los síntomas a veces pueden parecernos propios de la edad madura del perro, pero, para asegurarnos de un tratamiento acertado, debemos llevar el perro al veterinario, el cual le realizará las siguientes pruebas:
- Análisis de sangre y orina. En este último, en especial se medirán los niveles de creatinina para asegurar el buen funcionamiento de los riñones.
- Biopsias de piel en la zona en la que aparezcan alteraciones
- Radiografías y Ecografías
- Test específicos de cortisol en la sangre
- TAC y resonancias magnéticas si se sospecha del origen de la hipófisis
La prueba casi definitiva y más utilizada para el diagnóstico de la enfermedad de Cushing consiste en realizar pruebas de supresión de dexamentasona en dosis bajas (LDDS). Tomando una muestra de sangre, se mide el nivel de cortisol basal del perro. Posteriormente, se administra una cantidad pequeña de dexamentasona mediante una inyección y 48 horas después se miden los niveles de cortisol en sangre. La inyección de dexametasona inhibe la secreción de la hormona que estimula la secreción de cortisol, por lo tanto en un perro sano los niveles circulantes de cortisol son menores. Si el perro padece el síndrome de Cushing, el cortisol no se reduce.