Los factores genéticos, ambientales, farmacológicos e infecciosos pueden desempeñar un papel importante en la aparición de signos clínicos como el letargo, la pérdida de apetito o la fiebre. El resto de síntomas dependen de la localización de los complejos inmunes, junto con la especificidad de los autoanticuerpos.
1.- Musculoesquelético; Deposición de complejos inmunes en las membranas sinoviales (el tejido blando que recubre las superficies dentro de las articulaciones)
- Articulaciones hinchadas y/o dolorosas
- Cojera
- Dolor o desgaste muscular
2.- Cutáneo: La deposición de los complejos inmunes en la piel
- Lesiones de la piel
- Lesiones simétricas o focales en la piel: enrojecimiento, escamas, úlceras, despigmentación y/o pérdida de cabello.
- Puede desarrollarse una úlcera en las uniones mucocutáneas y en la mucosa oral, una región de la piel que comprende tanto la mucosa como la piel cutánea; éstas se producen principalmente cerca de los orificios del cuerpo en los que se detiene la piel externa y comienza la mucosa que cubre el interior del cuerpo (por ejemplo, la boca, el ano, las fosas nasales)
2.- Renal/urológico: La deposición de los complejos inmunes en el riñón
- Hepatoesplenomegalia: aumento de tamaño del riñón y del hígado
- Autoanticuerpos contra eritrocitos, leucocitos o plaquetas (glóbulos rojos y blancos)
- Linfadenopatía: inflamación de los ganglios linfáticos
Otros sistemas orgánicos pueden verse afectados si hay depósitos de complejos inmunes o anticuerpos, o cuando las células mediadas por células T (linfocitos) atacan