Como esta sangre potencialmente tóxica fluye por el cuerpo del gato, la mayoría de los sistemas se ven afectados, incluyendo los sistemas urinario, digestivo, nervioso, respiratorio, musculoesquelético, linfático e inmunológico.
Al examinarlos, los gatos parecerán estar en condiciones físicas normales, pero pueden parecer estar en un estado depresivo. Cuando los síntomas son evidentes, los signos pueden incluir pérdida de apetito, apatía, vómitos y diarrea, que puede estar teñida de sangre. Otros síntomas pueden incluir inflamación de la lengua, aliento con olor a amoníaco (debido a la urea), úlceras en la boca, fiebre, pulso anormalmente rápido o lento, disminución o aumento de la producción de orina e incluso convulsiones. Los riñones pueden sentirse agrandados, sensibles y firmes al palpar.