De manera repentina; aumento de la sensibilidad a los estímulos, rigidez en el cuello, dolor de cuello, paso rígido, cambios de comportamiento, convulsiones, pérdida de apetito y fiebre.

Se sospecha que algunos perros están predispuestos genéticamente. Los Pug, Boxer, Beagle y razas pequeñas y toy parecen estar más expuestas a la afección. También puede deberse a causas infecciosas o a problemas de inmunidad (sobreproducción de Inmunoglobulina A).

A pesar de las anteriores causas, en muchos casos la causa permanece como desconocida.

El veterinario además de preguntar por el historial veterinario y los síntomas, realizará un perfil bioquímico, un análisis de sangre, un análisis de orina y un panel de electrolitos para chequear el estado general de salud del perro.

Para un correcto diagnóstico suele ser necesario una muestra de líquido cefalorraquídeo que se analizará en el laboratorio para detectar inflamación y aumento de glóbulos blancos. El veterinario también puede utilizar la resonancia magnética o la tomografía computarizada para evaluar la inflamación de meninges y arterias..

El perro deberá ser hospitalizado para conseguir una estabilización. Se recetará una terapia de fluidos y algún tratamiento para bajar la fiebre que dependerá del estado general del perro. El veterinario también recetará corticoesteroides o inmunosupresores para reducir la respuesta inmunitaria que provoca la inflamación y en algunos casos podría administrar medicamentos analgésicos para rebajar el dolor.

No debe reducirse la actividad física si el perro sufriera algún tipo de parálisis. Con el movimiento y la actividad física se evita la atrofia muscular.