El tratamiento, como decíamos, dependerá de la zona dónde se encuentren los cálculos, del tamaño y de la materia que los constituya.
Normalmente, lo más fácil sería tratar de disolver el cálculo o expulsarlo con la orina (con la ayuda de medicamentos y bebiendo mucha agua).
Otra opción, si el tamaño no es muy grande, podría ser la urohidropropulsión que serviría para forzar la expulsión de las piedras.
Si la piedra fuera demasiado grande para ser expulsada, podría aplicarse la técnica de la litotricia extracorpórea que por ondas de choque se trata de romper las piedras en pedacitos más pequeños que después puedan ser expulsados por la orina.
Y si con todo, no consiguiéramos retirar las piedras que obstruyen el tracto urinario, deberíamos recurrir a la cirugía.
En estos casos, el pronóstico siempre es bueno a menos que encontremos alguna enfermedad subyacente grave. Lo único es que hay grandes posibilidades de recaída. Se calcula que casi la mitad de los gatos vuelven a “fabricar” piedras y por ello es muy importante que el veterinario prescriba una dieta adecuada para el gato y se tenga muy presente que es necesario una buena hidratación (el gato debe beber cuanta más agua mejor).